Cuando miro hielo o simplemente pienso en esa palabra se me hace agua la boca. Entonces me vienen a la cabeza los adjetivos más frios, helados y celestes.
Hielo.
Me como un carámbano gigante rescatado del techo que me duerme la lengua e inevitablemente me acuerdo de esos pirulines de colores envueltos en celofán transparente que un señor gordo vendía a la salida de mi colegio en La Plata.
Hielo.
Me fascinan esas mañanas en que todo está congelado y yo me siento esa mujer de hielo de un viejísimo cuento de la infancia.
Espero no derretirme nunca.
miércoles, julio 26, 2006
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5 comentarios:
Ayer en Buenos Aires, más de uno se ligó un chichón gracias a los hielos que caían como piedras lanzadas por dioses enfurecidos. Enfurecidos con nosotros ¿porqué?
Pues a mí me encantaría congelarme pero al paso que va este verano voy a terminar derritiéndome y no solo a causa del calor.
Se me van a derretir las ideas. Ojalá pudiera congelarlas para utilizarlas en el momento apropiado! Se me va a derretir el corazón. Y me ahogaré en mi misma.
y yo que me derrito solita
Nunca me llevo bien con esto de los hemisferios, cómo que alguien tiene calor mientras aquí soplan los vientos huracanados....
Será que ojos que no ven, corazón que no siente.
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