sábado, septiembre 25, 2004

Mirando alcantarillas

Ultimamente ando mirando alcantarillas como Thirthe. Cuando pueda levantar mi cabeza y extender mi mirada hacia los demás, volveré a escribir en este blog. Esto es sólo para avisar que no me mató una tristeza, pero casi casi.

domingo, septiembre 19, 2004

Noticia

A veces nos llega una noticia muy esperada.
Sin embargo no logra alegrarnos. Es como encontrarse con un pájaro herido tendido sobre el pavimento.
Ya no es el vuelo de un ave, sus volteretas en el cielo, hubo un quiebre que aleja de golpe la esperanza, no podemos hacer nada para evitar la muerte, tan sólo morir de ella.

Secuestro Express

Estuve secuestrada tres días por una extraña mujer de aspecto nórdico y porte de modelo, que sin embargo no es ninguna de las dos cosas. Fuimos juntas a todas partes, ella no me dejaba alejarme, pero yo tampoco podía abandonarla, la llevaba conmigo por las dudas, por si en algun momento podía, por si tenía un ratito. Sus palabras me acompañaron todas esas noches hasta el umbral de los sueños y es muy probable que también se inmiscuyeran en ellos. Por las mañanas la encontraba cerca de mi almohada, expectante, con los ojos muy abiertos. Es decir que salvo lo muy obligatorio, estos días no he hecho casi nada, aparte de leer a la mujer rubia, Siri Hustved, en "Todo cuanto amé". Ningún otro libro logró estrujarme tanto el corazón y luego devolverme entera. No es fácil aceptar la evidencia con que la novela nos enfrenta: que jamás de los jamases sabremos quiénes son del todo los que nos rodean.


miércoles, septiembre 15, 2004

Remembranza

Ella no quería verlo.
De tanto recordarlo le había ido agregando esa luz en la mirada de la que antes carecía, una sombra de sabiduría en la comisura de los labios que no le había visto, un reflejo nuevo en el cabello, una dosis de empatía y dos de sinceridad. No, no quería, porque ya no se parecería en nada a su querido recuerdo.
La distancia entre uno y otro sería más monstruosa que la idea de no volver a verlo.


domingo, septiembre 12, 2004

Un sueño con Marga

El post aparecido ayer en "Escritas desde Abril", sobre la trágica historia de la joven escultora Marga Gil Roëssel que se suicidó por amor, dicen, al escritor Juan Ramón Jimenez, quien la sedujo y luego la rechazó, como hacía con todas las mujeres, continuó revoloteando entre mis pensamientos, como ocurre siempre con lo que escribe Manuel H. Bastó que entornase los párpados, luego de un sábado agotador, para que Marga y Juan Ramón apareciesen entre mis brumas nocturnas. Ella, toda ojos grises, le reclamaba lo que él desde hacía tiempo le venía insinuando descaradamente. El, con su mayor cara de pavo, más aún que la que usó para escribir “Platero y yo”, le decía que estaba loca, que tenía unos rollos de película, porque él no sentía nada de nada y ella jamás le había movido un pelo. Marga, que vivía colgada de la nube más alta, esa muy cercana al cielo, merced a lo que él le había hecho creer, empezó a pensar que el hombre tenía razón, ella estaba muy loca pues había perdido el sentido de la realidad. No podía haberse equivocado en una cuestión así, en la que se había involucrado hasta los huesos. Entonces, para no hacer cargar a los demás con su horrorosa locura, Marga tomó un revólver y se disparó a la cabeza, es decir al sitio donde conviven las ideas y las sinrazones. No apuntó a su corazón, como hacen los que mueren por amor. Destruyó su cabeza, nido de su desvarío. ¡Pobre mujer, que nació en una época inadecuada! Si hubiese nacido en la nuestra, en lugar de suicidarse hubiese leído los artículos que escriben los psicólogos sobre los seductores compulsivos, en relación a los vínculos con la madre, el miedo a las mujeres, la imposibilidad de concretar nada con ninguna y hasta la posibilidad de que no sean ellas el objeto real de deseo. O hubiese escrito un blog y entre post y post tal vez encontraba un montón de amigos sensibles y ocurrentes que le hacían olvidar de esa ridícula historia con ese pobre y aburrido tipo.
Mis más grandes disculpas a Ana Serrano y a Manuel H. por soñar así, seguro que es porque duermo arriba y todo el calor de la casa va a parar a mi cuarto.

viernes, septiembre 10, 2004

Dedicatorias

Hoy leí en un libro de C.Sagan, consultado para un trabajo, la siguiente dedicatoria

A Ann Druyann
En la vastedad del espacio y en la inmensidad del tiempo mi alegría es compartir un planeta y una época con Annie

Entonces, en lugar de ocuparme del trabajo, me quedé quieta, conmovida, como ausente. Decir que la alegría es compartir un planeta con alguien suena como la mejor expresión de amor, pero del amor en libertad. Se me ocurrió que podría recopilar nuestras posibles dedicatorias en el caso de que escribiésemos algún libro.

Sin duda, la mía sería esta:

A mis amores posibles, pero más a los imposibles.

Lamento decirlo, pero esto me pinta de cuerpo entero. Será Mad, mi vocación para la melancolía...

lunes, septiembre 06, 2004

Isleñas

Según dice mi hermana somos muy afortunadas porque tuvimos una infancia extranjera sin movernos del país. Por aquel tiempo Findelmundo era zona franca y la palabra globalización ni siquiera era un espermatozoide. Los chicos nos alimentábamos con chocolate Cadbury, chocolate con leche, con copos de arroz, con almendras o pasas de uva, de 100 gramos, de 50, miniaturas...Las madres, todas sin execpción, habían contraido unas peligrosas fiebres orientales y decoraban las salas con los mismos platitos chinos y cuencos de porcelada con dragones pintados. Los pocos pero surtidos comercios de la calle San Martín, regenteados en su mayoría por sefarardies, vendían mercería alemana, cigarrillos norteamericanos, botas italianas, pulloveres ingleses, comestibles españoles. Nosotras éramos expertas en doblar con el trineo en mitad de una bajada y vivíamos obsesionadas por construir un iglú que fuese inmune a los rayos del sol, como seguramente hacían los niños en otros continentes. Por el centro, aunque de turismo nadie hablaba se escuchaban lenguas desconocidas.
Será por eso tal vez o por el hecho de vivir en una isla o porque desde chica leía escritores de todo el mundo, que cuando dicen argentina no se me mueve un pelo.
En cambio, si escucho decir patagónica, ahí sí cambia el ritmo de mi corazón.

La bahía encerrada

La bahía Encerrada era su océano privado. El agua llegaba casi hasta el camino que iba al viejo aeropuerto y que pasaba frente a su casa. En la orilla no había ningún árbol tras el cual uno pudiese esconderse de los fuertes vientos del sudoeste; en su lugar una inmensa piedra granítica la hacía invisible desde su casa. Ella siempre quiso tener patines blancos, como los de los cuentos de las patinadoras suecas, pero los tenía negros, porque por esos días en Findelmundo no se podía andar con demasiadas pretensiones. Durante los inviernos, cuando no iba a la escuela, se pasaba la tarde allí, en la bahía, cruzando de un lado al otro, aunque esquivando el área del centro, donde había unos cuantos metros de profundidad, deleitándose con el sonido del hielo al frenar, la nariz helada, las mejillas endurecidas de frío. Había días en que patinaba con amigos, otras era la dueña exclusiva del mágico territorio. Una tarde estaban ella y a metros y metros de distancia, sin casi verse de tan alejados, un chico conocido. En un momento ella pensó que el muchacho se había marchado, porque ya no lo veía más, hasta que escuchó una voz que se destacaba entre las voces de los pájaros, una voz tan intensa como nunca había escuchado en su vida y que hasta parecía provenir desde el mismo corazón de los hielos. La voz rezaba, mas bien imploraba , mejor gritaba un padrenuestro. Ella afiló la mirada, sin distinguir nada más que la chata extensión de hielo. Enseguida la voz que partía el alma llevó su mirada hasta la cabeza del chico, que descansaba sobre la superficie congelada de la bahía; pequeña, desacostumbrada, lejana, como si fuese una pelota abandonada. Ella quedó atontada, paralizada, impedida de moverse, pensar y respirar. Como entre sueños sintió la necesidad de ir a buscar ayuda, pero la gente comenzó a agruparse en la pasarela, del otro lado de la bahía. Buscaron una soga, aventurándose sobre el hielo, aunque desde ese sector no era posible avanzar, la ligera capa amenazaba con romperse en cualquier momento. Pasaron los minutos, el rezo se imponía sobre todo ese panorama de gente y vehículos. Finalmente con un bote, rompiendo el agua cristalizada , llegaron hasta él, que continuaba rezando, como enloquecido. Cuando lo bajaron del barco le arrancaron el mameluco de trabajo que llevaba puesto, lo desnudaron y le dieron masajes con nieve primero, después le tiraron agua fría, luego tibia, así, así, hasta llegar a caliente. Los médicos fueron terminantes: había ocurrido un milagro. Que ellos supieran ningún mortal había soportado cuarenta minutos con el cuerpo sumergido en el agua helada., las manos soldadas al espejo roto de hielo. Desde esa tarde ella empezó a decir que le aburría mucho perder la tarde patinando.


domingo, septiembre 05, 2004

Aclaraciones a El Paraíso, a veces

Después de esa casa pasé por 5 más en Findelmundo y todo augura que se viene la sexta, no sé si la definitiva pero sí la que tenga el mismo color que yo. Una casa dolorosa, ya que para llegar hasta ella tendré que saltar sobre una parte importante de mí, tan importante que creo que la que se va a mudar va a ser sólo mi sombra. Dolorosa pero quizás felíz, en que finalmente ataré mis cabos y quién sabe. Las montañas de Argentina y Chile siguen casi iguales, salvo sus glaciares, que como todos saben se hallan en retroceso. En la bahía hace muchos años que no se puede patinar, ya que allí dentro desembocaban las cloacas de la ciudad y se contaminó. Ahora la están rellenando con tierra y la zurcan un par de caminos muy feos. Así y todo se siguen congregando los patos a vapor y los crestones, las gaviotas cocineras y las grises, los pobladores que van a correr y a caminar por sus orillas y los turistas que sacan fotos. Findelmundo creció mucho desde ese entonces, ya no nos conocemos todos como antes, la vida ya no es tan placentera y, como en todas partes, hay que luchar para conseguir lo que antes sobraba. Del barrio ese ni noticias, porque allí cambia la gente todos los años. Con Patricia me he vuelto a reencontrar a través de Internet y acabo de mandarle la dirección de mi blog. Y yo, sigo siendo la misma, es decir que a pesar del paso de los años no he crecido mucho, me siguen asombrando infinidad de cosas con la misma intensidad, me ilusiono, me enamoro de quien no corresponde, me pongo loca y triste, a veces me da que todo me hace llorar y otras soy capaz de subir de noche la montaña más alta. Pero eso sí, ya no fumo más.

Lo incognoscible, de Ronald Barthes

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(De todos los que conocí X...era con absoluta seguridad el más impenetrable. Esto provenía de que no se conocía nada de su deseo: ¿conocer a alguien, no es solamente eso: conocer su deseo?
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Inversión: No llego a conocerte quiere decir No sabré jamás lo que piensas verdaderamente de mí . No puedo descifrarte porque no sé cómo me descifras.
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Me sobrevive entonces esa exaltación de amar a fondo a alguien desconocido, y que lo seguirá siendo siempre: movimiento místico: accedo al conocimiento del no conocimiento.

O aún más aún: en lugar de querer definir al otro (¿Quién es él?), me vuelvo hacia mí mismo: ¿Qué es lo que quiero, yo, que quiero conocerte?¿Qué sucedería si decidiese definirte como una fuerza y no como una persona?¿Y si me situase a mí mismo como otra fuerza frente a tu fuerza? Ocurriría ésto: mi otro se definiría solamente por el sufrimiento o el placer que me da.

El Paraíso, a veces


Lecturas

Estoy en esos tiempos en que no puedo leer ningún libro entero. No paso de la quinta página de ninguno, que me adelanto, me doy aire con las páginas mientras busco frases sueltas, retazos, un párrafo donde me encuentre. Las pilas arriba de mi cama amenazan con venirse abajo; otras ya están en el piso. Encuentro los libros de siempre, de esas mujeres eternas y me pierdo por momentos, deleitándome con mi sombra allí acurrucada. Pero no soy ellas. Creo que mi cabeza se está acostumbrando demasiado al formato post. Otra cosa ya no le cabe. Quiero que me digan todo así, con fecha y hora de salida y que siempre me dejen un lugar para el comentario. Abrir mi Findelmundo y que estén aquí, para leer una y otra vez y poder entrar en la casa de todos y de allí saltar a otras y que me cueste volver.
Pero yo sabía, yo me conozco y sabía que esto iba a pasar...Nunca tuve términos medios.

sábado, septiembre 04, 2004

Goodbye, welcome

Están guarecidos en el interior del camarote, sentados sobre las camas, con la mirada expectante. Por el ojo de buey controlan los animados movimientos del puerto de Buenos Aires. El "Bahía Thetis" se prepara para comenzar su último viaje; luego será vendido como rezago, aunque ellos lo ignoran aún, como también ignoran lo qué se siente cuando no existen puntos de referencia. Por las dudas tienen las manos firmemente asidas de los caños de las literas. El barco se esfuerza en el primer movimiento, lento, pesado, mientras su saludo de despedida los distrae y hace menos cruenta la transición entre sólido y líquido, aunque el sonido de los motores ya no cesará. Poco a poco estos pasajeros comienzan a animarse a los corredores, el comedor, la cubierta. Los mayores se reúnen a beber tragos con nombres caribeños. Los críos forman una disparatada tribu de entre cuatro y 16 años que corretea todo el día de allá para acá, ignorando a la perfección que un poco más abajo se desatan los abismos. Juegan a las cartas, los dados, la sopa de letras, se buscan desde temprano entre el ruido de las tazas amarillentas y cachadas que exhiben ya sin orgullo el logo del barco con el ancla pintada de azul y el olor a café recién molido.
A ella le cuesta dormirse. Varias veces durante la noche se incorpora para verificar que el agua que se ve por la pequeña ventana no haya sobrepasado la mitad de la misma, que el ruido de los motores siga teniendo la misma intensidad. También cuenta las horas que faltan para el desayuno. Juega mucho con J. que le enseña juegos nuevos y parece obviar que ella está siempre con las mejillas a punto de estallar y que apenas habla. La noche en que coinciden sin querer en la cubierta, aunque sea a un metro y medio de distancia, ella siente ganas de que el barco no pueda encontrar la ruta y quedé allí, deambulando confundido, por los años y los años. Sin embargo, a la madrugada siguiente despiertan a todos los chicos para que no se pierdan el pasaje por el bravo Le Maire, que separa la Tierra del Fuego de la isla de los Estados. La tripulación comenta que es el mejor viaje del año, que el mar parece un tierno lago, que es de no creer. Horas después arriban a una inmensa bahía rodeada de montañas, en la que sobresale un caserío multicolor. Es 24 de diciembre y caen algunos copos de nieve. Ella se esconde para llorar, ya que Findelmundo no es como se veía en sus sueños. Nadie le dice que hasta una estancia en el paraíso requiere de un duro período de acostumbramiento. Ese año había cumplido los doce.

jueves, septiembre 02, 2004

Niña

Tiene nueve años. Tres veces a la semana la mandan a la Escuela de Bellas Artes a estudiar dibujo, pintura y modelado después que sale del Eucarístico. El establecimiento queda a siete cuadras de su casa, caminando por la diagonal. A veces va sola y cuando esto sucede lo que más le gusta es pasar por la fábrica de dulce de leche, aunque ya no recuerda el motivo. El camino lo conoce de memoria, pues casi todas las mañanas va a la biblioteca infantil ubicada en el mismo edificio. La bibliotecaria no puede entender cómo hace para leer tan rápido y la tiene registrada como la mejor lectora de su edad. Ella piensa que ni vale la pena aclarar que a veces sólo mira los libros. Le gusta mucho dibujar, pero es desprolija para pintar y muy torpe para el modelado. Las estecas se le pierden. Le molesta la aspereza de las manos luego de acariciar la arcilla. Odia el olor de la témpera. Las escaleras del viejo edificio están muy gastadas. Hay muebles con espejos y puertas de vidrio por todos lados con obras de los alumnos. Una tarde mientras espera para entrar a clase se reconoce en un espejo. Es la primera vez que se ve entera, que tiene una imagen tan elocuente de su cuerpo. Se observa muy alta, demasiado para seguir llevando los zoquetes y los zapatos guillermina que hacen parecer enormes sus pies. Se siente inhibida. No ve la hora de llegar a su casa. Cuando lo hace se saca las medias y los zapatos. Nunca más los volvería a usar, nunca más podría alejarse de los espejos ni dejar de esperar la sensación de ridículo. Y ni siquiera había escuchado hablar de Findelmundo.

miércoles, septiembre 01, 2004

Neurótica

Hoy anduve haciendo trámites, visitas, compras, gimnasia, todo junto por las calles más empinadas de Findelmundo, bajo un sol increible. Quizás no entiendan lo importante que es para nosotros un día lindo. Toda la gente estaba de muy buen humor, también combinando los soleados aires del Beagle con escapadas del trabajo y esas cosas. Yo ya no funciono sin sol, aunque los días grises también me gustan, de vez en cuando. Con sol no sólo me lleno de energía, sino que la cabeza saca a relucir viejos sueños que andaban un poco olvidados. Volví a pensar en una mujer sobre la que me pasé un par de años investigando y todavía no escribí nada serio. Quizás ahora pueda ponerme a realizar ese trabajo, aunque tampoco sería malo descansar algo más, antes de apasionarme de nuevo.
¡No sé por qué no puede pasar un día sin que me complique la vida! Por qué no podré ser como algunas de las mujeres de mi barrio, que son felices en su casa y no necesitan nada más. Yo necesito muchas cosas y pareciera que al final ninguna me contenta del todo. Me sucede algo así como a los seductores compulsivos que van de conquista en conquista porque ninguna mujer puede llenarles el vacío. Dentro de todo lo mío es una suerte, porque no hago sufrir a nadie en mi búsqueda. ¿O sí?