Como despedida, aquí van unos haikus, ya que en algún blog, hablaron de ellos. Pertenecen a mi hermana.
Angeles locos
en paños menores
se prueban las alas.
Leo las páginas
de la ballena blanca
infancia perdida.
Glorias pasadas
la cantante de ópera
añora en privado.
Música clara
se escucha a lo lejos
la trae el viento.
miércoles, enero 26, 2005
domingo, enero 23, 2005
El secreto
No sé con qué sueña la gente cuando se va de vacaciones.
Yo, por ejemplo, sueño con quedarme a vivir, después de ir a la playa, eso sí, en San Julián, un pequeño pueblito costero de la provincia de Santa Cruz, donde los vecinos se conocen todos, como ocurría años atrás en findelmundo y turistas esporádicos visitan su hermosa ría.
Conseguirme un trabajo frente al mar.
Enamorarme tal vez de un hombre de campo.
Quiero decir de un dueño de estancia, ya que no me daría maña para esquilar una oveja.
En cambio, leer un libro junto a la ventana, saboreando un té de frutas, y levantar de tanto en tanto la vista para admirar los últimos rayos de sol iluminar mis tierras, sí que me saldría muy bien.
Ja ja...ni yo me lo creo.
Porque no puedo decir con lo que en realidad sueño.
No vaya a ser que no se cumpla.
Yo, por ejemplo, sueño con quedarme a vivir, después de ir a la playa, eso sí, en San Julián, un pequeño pueblito costero de la provincia de Santa Cruz, donde los vecinos se conocen todos, como ocurría años atrás en findelmundo y turistas esporádicos visitan su hermosa ría.
Conseguirme un trabajo frente al mar.
Enamorarme tal vez de un hombre de campo.
Quiero decir de un dueño de estancia, ya que no me daría maña para esquilar una oveja.
En cambio, leer un libro junto a la ventana, saboreando un té de frutas, y levantar de tanto en tanto la vista para admirar los últimos rayos de sol iluminar mis tierras, sí que me saldría muy bien.
Ja ja...ni yo me lo creo.
Porque no puedo decir con lo que en realidad sueño.
No vaya a ser que no se cumpla.
viernes, enero 21, 2005
Divagaciones
Mientras preparo mis cosas para viajar me asalta una duda existencial:
-¿Qué hago con la ropa de verano que no me entra?
¿La regalo o la guardo como testimonio de que en una época de mi vida fui mucho más flaca? No me digan que la guarde para no tener más remedio que adelgazar, porque he comprobado que es mentira.
Tampoco puedo conservarla hasta cuando vuelva a fumar, porque eso nunca sucederá.
En definitiva creo que me cansé de mi vieja ropa y la quiero lejos de mi vida.
Aparte cuando era más flaca no era más felíz....o sea que una cosa no va con la otra, es decir que no tienen nada que ver delgadez y felicidad.
Pero tampoco gordura y alegría.
¿ Y entonces...la regalo, no la regalo, la regalo, no...?
-¿Qué hago con la ropa de verano que no me entra?
¿La regalo o la guardo como testimonio de que en una época de mi vida fui mucho más flaca? No me digan que la guarde para no tener más remedio que adelgazar, porque he comprobado que es mentira.
Tampoco puedo conservarla hasta cuando vuelva a fumar, porque eso nunca sucederá.
En definitiva creo que me cansé de mi vieja ropa y la quiero lejos de mi vida.
Aparte cuando era más flaca no era más felíz....o sea que una cosa no va con la otra, es decir que no tienen nada que ver delgadez y felicidad.
Pero tampoco gordura y alegría.
¿ Y entonces...la regalo, no la regalo, la regalo, no...?
martes, enero 18, 2005
Vacaciones
Dentro de poco salgo de vacaciones.
Lo que significa que salgo de la isla, pero me quedo en Patagonia, como me gusta.
Voy a manejar durante 4000 km y un poco más.
No veo la hora.
De pasar por estaciones de servicio casi vacías y hoteles desmantelados, como en las películas de Sorín, de ver gaviotas picoteando entre las piedras frente al estrecho de Magallanes, de perderme en el tiempo mientras miro los interminables cables de teléfono, de tomar café caliente frente al mar en San Julián y té perfumado en Gaimán y esquivar el viento en Comodoro y también a los vecinos de findemundo que pululan a lo largo de la ruta.
Qué bueno.
No usar medias por muchos días.
Lo que significa que salgo de la isla, pero me quedo en Patagonia, como me gusta.
Voy a manejar durante 4000 km y un poco más.
No veo la hora.
De pasar por estaciones de servicio casi vacías y hoteles desmantelados, como en las películas de Sorín, de ver gaviotas picoteando entre las piedras frente al estrecho de Magallanes, de perderme en el tiempo mientras miro los interminables cables de teléfono, de tomar café caliente frente al mar en San Julián y té perfumado en Gaimán y esquivar el viento en Comodoro y también a los vecinos de findemundo que pululan a lo largo de la ruta.
Qué bueno.
No usar medias por muchos días.
viernes, enero 14, 2005
Lluvias necesarias
Hubo un temporada de lluvias casi tropicales en findelmundo.
El cielo se oscurecía de pronto, se encrespaban las aguas del canal y en dos segundos se desataba el diluvio de gotas gordas, casi dolorosas.
Me he mojado con ganas y sin ganas, sin querer y a propósito, siempre mucho, como cuando no vivía aquí y este tipo de lluvias era lo cotidiano.
Me he mojado con placer y a veces hasta con tristeza.
Pero era necesario.
Había mucho por lavar en findelmundo.
Ahora se siente más fresco.
El cielo se oscurecía de pronto, se encrespaban las aguas del canal y en dos segundos se desataba el diluvio de gotas gordas, casi dolorosas.
Me he mojado con ganas y sin ganas, sin querer y a propósito, siempre mucho, como cuando no vivía aquí y este tipo de lluvias era lo cotidiano.
Me he mojado con placer y a veces hasta con tristeza.
Pero era necesario.
Había mucho por lavar en findelmundo.
Ahora se siente más fresco.
domingo, enero 09, 2005
De compras
Hay épocas en que entrar a la ferretería tiene para mí el mismo encanto que ingresar a una librería o a una tienda de ropa. No sólo eso, sino que me compraría todo: esos clavos en bolsita, los picaportes dorados, una pintura esmaltada...
En esas andaba, husmeando por todos lados cuando me choqué con otra persona de atrás. Miré de soslayo y ví que era un hombre con el pelo totalmente blanco, cortado muy cortito, casi como un cepillo. Parecía un pelo muy suave y brillaba como el de las muñecas. Vestía unos vaqueros grandes y una campera de polar verde inglés, arremangada como usan los que están trabajando en una obra y tienen que interrumpir para salir corriendo a comprar algún elemento cuya cantidad calcularon mal.
No estaba solo.
A su lado había una mujer bastante grande de edad, mucho mayor que el hombre, también con el pelo blanco y corto, también con vaqueros grandes y campera verde pero de nylon, arrugada.
Como estaban junto a mí pude escuchar que apenas balbuceaban el castellano y tenían los ojos muy azules. Me pareció extraño que unos turistas necesitasen algo de la ferretería, a no ser que fuesen dueños de un velero.
Me gustó la seguridad con que llevaban sus años y su pelo cano, la soltura, la actitud de llevarse el mundo por delante, la experiencia y la sabiduría que se advertían en los gestos, contrariamente a lo que demuestra los ancianos de este país, donde el culto a la juventud los defenestra antes de tiempo.
Pagaron ocho pesos en la caja con un billete de diez todo dobladito.
El hombre me llamaba mucho la atención. Había algo extraño en él. O mejor dicho, conocido. La curva de la cadera, más relleno el trasero, la mirada pícara. Era una mujer, no había dudas. Y la que creí mujer tal vez fuese un hombre, plano de todos lados. O quizás ambas pertenecían al sexo femenino y eran pareja. O madre e hija. O que se yo.
Pero como ellas o como ella y él me gustaría ser cuando sea vieja.
En esas andaba, husmeando por todos lados cuando me choqué con otra persona de atrás. Miré de soslayo y ví que era un hombre con el pelo totalmente blanco, cortado muy cortito, casi como un cepillo. Parecía un pelo muy suave y brillaba como el de las muñecas. Vestía unos vaqueros grandes y una campera de polar verde inglés, arremangada como usan los que están trabajando en una obra y tienen que interrumpir para salir corriendo a comprar algún elemento cuya cantidad calcularon mal.
No estaba solo.
A su lado había una mujer bastante grande de edad, mucho mayor que el hombre, también con el pelo blanco y corto, también con vaqueros grandes y campera verde pero de nylon, arrugada.
Como estaban junto a mí pude escuchar que apenas balbuceaban el castellano y tenían los ojos muy azules. Me pareció extraño que unos turistas necesitasen algo de la ferretería, a no ser que fuesen dueños de un velero.
Me gustó la seguridad con que llevaban sus años y su pelo cano, la soltura, la actitud de llevarse el mundo por delante, la experiencia y la sabiduría que se advertían en los gestos, contrariamente a lo que demuestra los ancianos de este país, donde el culto a la juventud los defenestra antes de tiempo.
Pagaron ocho pesos en la caja con un billete de diez todo dobladito.
El hombre me llamaba mucho la atención. Había algo extraño en él. O mejor dicho, conocido. La curva de la cadera, más relleno el trasero, la mirada pícara. Era una mujer, no había dudas. Y la que creí mujer tal vez fuese un hombre, plano de todos lados. O quizás ambas pertenecían al sexo femenino y eran pareja. O madre e hija. O que se yo.
Pero como ellas o como ella y él me gustaría ser cuando sea vieja.
viernes, enero 07, 2005
Unas viejas aventuras
Todos los años en enero me da por leer viejos libros de viajes a la Tierra del Fuego.
Por suerte como están de moda cada vez hay más gente que edita esas increibles, aunque muy ideológicamente dirigidas, expediciones de aventuras, escritas en diferentes idiomas, cuyas versiones originales el museo esconde bajo siete llaves.
Ahora le tocó el turno al capitán Louis-Ferdinand Martial, que comandó la expedición francesa de La Romanche de 1882-3, a la bahía Orange (Chile) en la isla Hoste, enfrente del mismísimo cabo de Hornos, mi regalo de Reyes.
Fresquito, el libro posee una innumerable colección de fotografías de yámanas que tomaron los miembros de la expedición.
Me gustan esas jóvenes yámanas, de pelo carré, delicados collarcitos de fragmentos de huesos de aves al natural y quemados, para hacerlos de dos colores, sus cubresexos y tobilleras de cuero.
Su piel oscura luce el color del cielo los días de tormenta austral.
Algunas tienen miradas de niñas acostumbradas a calentarse en el fuego.
Otras ya conocieron hombre.
Y digan lo que digan de indígenas y colonizadores, más allá de políticas e injusticias, de abusos imperiales y credos absurdos, habrá habido atracciones fuertes entre las jóvenes de piel brillante por la grasa de lobo y esos pálidos científicos de cabellos claros.
¿Qué habrá ocurrido después de las fotos? ¿Se habrán mirado a los ojos? ¿Descifrado sus idiomas? ¿Acariciado? ¿Amado? ¿Esperado?¿Extrañado? ¿Habrá habido niños rubios compartiendo un festín de ballena varada? ¿Habrá sido triste ver a la Romanche alejarse para siempre de la bahía Orange? ¿Cómo lloraban las yámanas? ¿A quién le contaban sus secretos?
¿Cómo sería ser yámana y no tener correo electrónico?
Por suerte como están de moda cada vez hay más gente que edita esas increibles, aunque muy ideológicamente dirigidas, expediciones de aventuras, escritas en diferentes idiomas, cuyas versiones originales el museo esconde bajo siete llaves.
Ahora le tocó el turno al capitán Louis-Ferdinand Martial, que comandó la expedición francesa de La Romanche de 1882-3, a la bahía Orange (Chile) en la isla Hoste, enfrente del mismísimo cabo de Hornos, mi regalo de Reyes.
Fresquito, el libro posee una innumerable colección de fotografías de yámanas que tomaron los miembros de la expedición.
Me gustan esas jóvenes yámanas, de pelo carré, delicados collarcitos de fragmentos de huesos de aves al natural y quemados, para hacerlos de dos colores, sus cubresexos y tobilleras de cuero.
Su piel oscura luce el color del cielo los días de tormenta austral.
Algunas tienen miradas de niñas acostumbradas a calentarse en el fuego.
Otras ya conocieron hombre.
Y digan lo que digan de indígenas y colonizadores, más allá de políticas e injusticias, de abusos imperiales y credos absurdos, habrá habido atracciones fuertes entre las jóvenes de piel brillante por la grasa de lobo y esos pálidos científicos de cabellos claros.
¿Qué habrá ocurrido después de las fotos? ¿Se habrán mirado a los ojos? ¿Descifrado sus idiomas? ¿Acariciado? ¿Amado? ¿Esperado?¿Extrañado? ¿Habrá habido niños rubios compartiendo un festín de ballena varada? ¿Habrá sido triste ver a la Romanche alejarse para siempre de la bahía Orange? ¿Cómo lloraban las yámanas? ¿A quién le contaban sus secretos?
¿Cómo sería ser yámana y no tener correo electrónico?
jueves, enero 06, 2005
Mentiras piadosas
Hay una niña de rulos por acá cerca que tiene un amigo invisible.
Se llama Tato.
En ocasiones es tan diminuto que ella puede levantarlo como si fuese una manzana para ponerlo cerca de su rostro y sacarse ambos una foto.
Pero generalmente la sobrepasa en altura.
Tato siempre está presente, no se pierde ningún juego y menos aún los retos. Conocedor del mundo, Tato es grande y es chiquito, es bueno y es malo, confiable y mentiroso. Y aunque nadie lo ve, todos lo respetan como si fuese real.
Dicen que es normal que los niños inventen amigos...¿Y los grandes? ¿Por qué no?
Mi amigo invisible tendría que haber leido todos los libros del mundo, sin que se le escapase ninguno, ser valiente y divertido, soñador y poeta, fotógrafo y cocinero, caminador y sencillo. Podría parecerse a George Clooney en "Un día muy especial" o a Sting hace unos años...total...si es por imaginar...
Se llama Tato.
En ocasiones es tan diminuto que ella puede levantarlo como si fuese una manzana para ponerlo cerca de su rostro y sacarse ambos una foto.
Pero generalmente la sobrepasa en altura.
Tato siempre está presente, no se pierde ningún juego y menos aún los retos. Conocedor del mundo, Tato es grande y es chiquito, es bueno y es malo, confiable y mentiroso. Y aunque nadie lo ve, todos lo respetan como si fuese real.
Dicen que es normal que los niños inventen amigos...¿Y los grandes? ¿Por qué no?
Mi amigo invisible tendría que haber leido todos los libros del mundo, sin que se le escapase ninguno, ser valiente y divertido, soñador y poeta, fotógrafo y cocinero, caminador y sencillo. Podría parecerse a George Clooney en "Un día muy especial" o a Sting hace unos años...total...si es por imaginar...
miércoles, enero 05, 2005
Tarde de miércoles, Noche de Reyes
Hay personas de las que debemos huir y no justamente porque nos caigan mal.
Un fósforo y una mecha no tendrían que mirarse, jamás.
Tampoco una horca y un cuello.
O un pan y la manteca, un hilo y la aguja, esos pares desparejos pero complementarios que andan por el mundo acercándose y alejándose para suerte o desgracia.
Creo que soy afortunada.
No todos poseen esta clase de conocimientos.
¿Lo soy?
Mejor voy a poner los zapatos.
Un fósforo y una mecha no tendrían que mirarse, jamás.
Tampoco una horca y un cuello.
O un pan y la manteca, un hilo y la aguja, esos pares desparejos pero complementarios que andan por el mundo acercándose y alejándose para suerte o desgracia.
Creo que soy afortunada.
No todos poseen esta clase de conocimientos.
¿Lo soy?
Mejor voy a poner los zapatos.
sábado, enero 01, 2005
Hoy limpieza
Que el desorden, es decir la acumulación de bienes, debe resolverse de una manera extremadamente penosa por la separación con los bienes.
Creo que todas las mujeres sufren por esto, por no saber tirar y separarse.
Hay familias que, cuando tienen una gran casa, lo guardan todo durante tres siglos, los niños, el señor Conde, Alcalde del pueblo, los trajes y los juguetes.
He tirado y he lamentado.
Siempre se lamenta haber tirado en algún momento de la vida.
Pero sino se tira, si uno no se separa, si se quiere guardar el tiempo, se puede pasar la vida ordenando y archivando la vida.
Las mujeres guardan a menudo las facturas de electricidad y de gas durante veinte años, sin otra razón que la de archivar el tiempo, archivar sus méritos, el tiempo que han pasado y del que no queda nada.
De La Vida Material, de Marguerite Duras
Creo que todas las mujeres sufren por esto, por no saber tirar y separarse.
Hay familias que, cuando tienen una gran casa, lo guardan todo durante tres siglos, los niños, el señor Conde, Alcalde del pueblo, los trajes y los juguetes.
He tirado y he lamentado.
Siempre se lamenta haber tirado en algún momento de la vida.
Pero sino se tira, si uno no se separa, si se quiere guardar el tiempo, se puede pasar la vida ordenando y archivando la vida.
Las mujeres guardan a menudo las facturas de electricidad y de gas durante veinte años, sin otra razón que la de archivar el tiempo, archivar sus méritos, el tiempo que han pasado y del que no queda nada.
De La Vida Material, de Marguerite Duras
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