Hay épocas en que entrar a la ferretería tiene para mí el mismo encanto que ingresar a una librería o a una tienda de ropa. No sólo eso, sino que me compraría todo: esos clavos en bolsita, los picaportes dorados, una pintura esmaltada...
En esas andaba, husmeando por todos lados cuando me choqué con otra persona de atrás. Miré de soslayo y ví que era un hombre con el pelo totalmente blanco, cortado muy cortito, casi como un cepillo. Parecía un pelo muy suave y brillaba como el de las muñecas. Vestía unos vaqueros grandes y una campera de polar verde inglés, arremangada como usan los que están trabajando en una obra y tienen que interrumpir para salir corriendo a comprar algún elemento cuya cantidad calcularon mal.
No estaba solo.
A su lado había una mujer bastante grande de edad, mucho mayor que el hombre, también con el pelo blanco y corto, también con vaqueros grandes y campera verde pero de nylon, arrugada.
Como estaban junto a mí pude escuchar que apenas balbuceaban el castellano y tenían los ojos muy azules. Me pareció extraño que unos turistas necesitasen algo de la ferretería, a no ser que fuesen dueños de un velero.
Me gustó la seguridad con que llevaban sus años y su pelo cano, la soltura, la actitud de llevarse el mundo por delante, la experiencia y la sabiduría que se advertían en los gestos, contrariamente a lo que demuestra los ancianos de este país, donde el culto a la juventud los defenestra antes de tiempo.
Pagaron ocho pesos en la caja con un billete de diez todo dobladito.
El hombre me llamaba mucho la atención. Había algo extraño en él. O mejor dicho, conocido. La curva de la cadera, más relleno el trasero, la mirada pícara. Era una mujer, no había dudas. Y la que creí mujer tal vez fuese un hombre, plano de todos lados. O quizás ambas pertenecían al sexo femenino y eran pareja. O madre e hija. O que se yo.
Pero como ellas o como ella y él me gustaría ser cuando sea vieja.
domingo, enero 09, 2005
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5 comentarios:
qué nos rondará por la cabeza cuando empezamos a elegir nuestra manera de envejecer??
Oh, juventud divino tesoro,
que te vas para no volver!!
En nombre de los ancianos del mundo, graciassss
un beso
¿Qué...tan mal hablamos?????? Aparte un anciano de 47 nunca ví....jaja....Besos juveniles (más ja..ja..)
Al crecer, como al cumplir años, algunas cosas se hacen mas lentas y otras pasan demasiado rápido. En mi corta experiencia haciendome vieja, puedo afirmar con absoluta rotundidad: las resacas me duran una eternidad y mi capacidad de memoria aparece y desaparece (y no solo en plena resaca).
Yo aún no sé que quiero ser cuando sea vieja, quizá nórdica, ¡OJO NO ES POR QUE QUIERA SER RUBIA¡; Allí, las mujeres han alcanzado lo que se acerca mucho a mi ideal de futuro : La igualdad en todos o casi todos los órdenes de la vida... sino fuera por el índice de suicidios...( ya me salió la vena sarcástica, perdón) (Ah, que con los años las venas se notan mucho más)
Alicia A Través Del Espejo: ¿cómo pueden sentir orgullo nuestros ancianos si nadie les reconoce la madurez y la experiencia? Lejos de entender que tienen mucho para contar y enseñar, creemos que sólo pueden servirnos para cuidar a nuestros hijos cuando salimos temprano al trabajo.
Triste desentender, el nuestro.
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